Una mujer sola y vulnerable, recluida en su casa, ve desde la ventana algo que no debería haber visto. Pero nadie la cree. No sabe si lo ha visto o lo ha imaginado.
Anna Fox vive sola, recluida en su casa de Nueva York, sin atreverse a salir. Pasa el día chateando con desconocidos, bebiendo vino (quizá más de la cuenta), mirando películas antiguas, recordando tiempos felices... y espiando a los vecinos. Entonces llegan los Russell al barrio: una pareja y su hijo adolescente. La familia perfecta. Hasta que una noche Anna ve algo desde su ventana que no debería haber visto. Todo su mundo empieza a resquebrajarse y sus propios secretos salen a la luz. ¿Qué es lo que ha visto? ¿Y qué ha imaginado? ¿Quién está en peligro? ¿Y quién está manipulándolo todo? En este thriller absolutamente fascinante, nada ni nadie es lo que parece.

Anna es una psicóloga infantil que sufre da agorafobia (fobia a los espacios públicos o lugares amplios, estrechamente relacionado con ataques de pánico). Vive encerrada en su casa y sus entretenimientos diarios son el ajedrez, hacer consultorías online, y espiar dentro de las casas de sus vecinos a través de su cámara con súper zoom. Pero un día ve algo que no debía que ver. Un crimen que la pondrá a prueba, no sólo por su incapacidad de poder salir de su casa, sino también por su inestabilidad mental y emocional.

El thriller es un género que no suelo consumir porque mantener el ritmo de una historia de este tipo es difícil y que mantenga mi atención durante toda la lectura también lo es. Aunque hay algunas partes que no me gustaron (como esa afición que tiene Anna por el cine clásico, o la repetición de sus labores diarias al ser una mujer de poca variedad en sus actividades), debo aceptar que en general el libro me gustó y no podía parar de leer. Tiene varios giros que no vi venir, y llegó a confundirme varias veces con respecto a lo que era real y lo que no.

El Autor.